No deja de ser sorprendente el fuerte eco que está teniendo la enfermedad del Ébola en España. Sí, es algo muy grave, ya ha matado a dos personas en nuestro país y nuestros gobernantes, con dudosa diligencia, están intentando que no se convierta en una epidemia que, en el peor de los casos, podría diezmar la población.
Sin embargo, lo que más me llama la atención es el egoísmo con el que se aborda el problema. Si de repente preocupa tanto una enfermedad que hasta ahora había tenido brotes devastadores pero localizados y puntuales es que por primera vez sentimos el peligro llamando a las puertas de nuestra casa. En África ya hay casi 15.000 afectados y más de 4.500 víctimas mortales pero es solo ahora cuando el primer mundo ha empezado a tomar cartas en el asunto.
Nadie puede escoger su raza o su lugar de nacimiento. ¿Por qué entonces, con esta y con muchas otras enfermedades, discriminamos los cuidados médicos en base a clasificaciones artificiales y arbitrarias (como la nacionalidad)? ¿Acaso no compartimos todos aquello que nos debería hacer merecedores de una vida digna? Humanidad.