No hubiera sabido decir ni como ni cuando sucedió, ni siquiera el porqué, pero un día despertó y se dio de bruces contra el muro de su propia vida. Fue entonces cuando supo que el mundo se había convertido en su prisión particular. Vagó como un fantasma, cabizbajo y sin rumbo, por las celdas de las calles; arrastrando, sin fuerzas, los pesados grilletes de sus pies. Apenas era consciente del fluir de la vida a su alrededor. Y cuando ya estaba olvidando incluso su propia existencia, sopló un viento de otoño que le regaló alas para elevarse por encima de todo… Tan alto, que alcanzó a rozarte con la punta de sus dedos. Y ya nadie lo ha vuelto a ver por aquí abajo. (Taken with instagram)