Tú no eres una persona cualquiera. Si hay una persona que no es cualquiera, ése eres tú. Y menos para mí. Eres como una segunda voz dentro de mí, que me acompaña día a día. Has convertido mi monólogo interior en un diálogo. Enriqueces mi vida interior. Indagas, insistes, parodias, entras en conflicto conmigo. Cuando te veo, de inmediato siento el imperioso deseo de dejar que te acerques aún más, de tenerte muy cerca.
“Contra el viento del norte” de Daniel Glattauer.
La cosa funciona así:
Alguien conoce a alguien, probablemente en el trabajo, en una clase, o tal vez en un bar o en una discoteca. El primer contacto es una mirada. Aunque a pocos les guste admitirlo, eso suele ser la semilla primigenia de toda relación; en definitiva, el cebo de la atracción. Después, probablemente intercambien unas pocas palabras, un mero trámite a veces oportuno pero la mayoría de veces poco original, para alcanzar unos labios ajenos. Si hasta aquí todo ha salido bien, es posible que empiecen a pasar momentos juntos, que empiecen a conocerse con cierta profundidad, y que estos momentos sean cada vez más largos. Tanto que al final acaben compartiendo domicilio. Aunque en realidad, eso no significa que compartan la vida juntos. Es más, con el paso del tiempo es probable que se den cuenta de que todo aquello que habían idealizado, no resulta tan interesante y que vayan acumulando una carga de promesas que la persona que duerme a su lado es incapaz de cumplir. Tarde o temprano acaban rompiendo, y este círculo más o menos largo dependiendo de cada persona y de cada momento, vuelve a empezar. Por supuesto hay excepciones, excepciones que todos desean ser. Pero en realidad son solo eso, excepciones.
La novela “Contra el viento del Norte” de Daniel Glattauer, es la historia de una de esas excepciones. Leo Leike recibe por error un correo electrónico de una desconocida llamada Emmi quien intenta anular una suscripción a una revista. Este será el detonante de una relación epistolar adaptada a los nuevos tiempos; a través del e-mail. Una relación que invierte el círculo anteriormente descrito, puesto que antes de cualquier contacto físico, se conocen, levantan un puente de palabras y sentimientos que va más allá del encuentro carnal. Aunque tarde o temprano, acaba surgiendo la imperiosa necesidad de poner cara y cuerpo a cada palabra, de materializar las expectativas alcanzadas, de sentirse físicamente… Hasta que acaba sucediéndose un cúmulo de oportunidades perdidas. Y es que resulta muy curioso como en ocasiones el ser humano parece empeñado en escribir su propio drama, incluso cuando el universo conspira a su favor.
Una novela romántica, que pese a su previsibilidad, resulta recomendable. Mención especial merece su forma pues al basarse en la transcripción literal de cada uno de los correos electrónicos que intercambian los protagonistas destaca por su inusitada agilidad.
Existe una segunda parte titulada: “Cada siete olas”, pero más me ha sorprendido la adaptación teatral a cargo de la Compañía Tanttaka:
Mi especial agradecimiento para Vicky, por recomendarme este libro y, entre otras muchas cosas, por sus inestimables charlas sobre el mismo.
[amazon box=”8466315128″]