Cuando se habla sobre distribución de cultura a través de internet, todas las referencias suelen hacerse a dos ámbitos muy concretos: el cine y la música.
Hasta ahora la literatura ha tenido un papel más bien discreto en esta imparable revolución digital.
A mi modo de ver, son dos los factores que explican esta marginación tecnológica hacia el fruto de Gutenberg, uno técnico y otro, digamos, económico-cultural.
Respecto al primer escollo, el tecnológico, el problemma radica en no haber encontrado un medio idóneo, sustitutivo del papel, para satisfacer la necesidad de comodidad humana. Y es que, pese a su volumen físico, a día de hoy todavía sigue siendo más cómodo leer en papel que en pantalla.
Hasta hace pocos años, la escasa miniaturización de los componentes electrónicos necesarios para crear dispositivos de reducido tamaño dónde almacenar libros digitalmente y el cansancio visual producido por las pantallas retroiluminadas hacían imposible la lectura cómoda fuera del papel.
Afortunadamente de un tiempo a esta parte, y gracias a la aparición de la tinta electrónica que proporciona una experiencia visual similar a la de un libro tradicional, pronto será tan cómodo leer libros electrónicos en dispositivos electrónicos especializados como en papel. Esto, unido a la posibilidad de almacenar toda una biblioteca en apenas 200 gramos, ha contribuido definitivamente a la comercialización, con mayor o menor éxito, de dispositivos como Sony Reader, Amazon Kindle o Iliad. Y desde mi punto de vista, lo mejor está por llegar. Pues esto es solo una primera generación de productos que utilizan una tecnología muy novedosa. No tardaremos en ver dispositivos plegables y de un tamaño reducido pero con una definición asombrosa.
No obstante, una vez superado el escollo tecnológico, el mayor problema vendrá de la dificultad para encontrar un modelo económico viable tanto para los lectores como para los escritores y editoriales. Si muchas veces he criticado la incapacidad de la industria cinematográfica y discográfica para encontrar modelos de negocio compatibles con internet, la distribución digital, los reproductores mp3’s y demás, en el mundo de la literatura, de las editoriales, esta carencia es todavía más pronunciada. Después de todo, el cine ofrece una experiencia que, domésticamente, todavía es inigualable y los músicos siempre podrán transmitir las sensaciones únicas e implagiables de los conciertos.
Admitámoslo, en esta sociedad de Hoygans, Operación Triunfo y Gran Hermano, los escritores carecen del glamour necesario para arrastrar a los lectores a las tiendas para comprar un producto que puede ser disfrutado gratuitamente y de un modo más cómodo desde un lector de eBooks electrónico.
Pero no todo es negativo, pues el gran atractivo de la distribución a través de internet, la posibilidad de descubrir a nuevos autores imposibles de encontrar a través de las editoriales tradicionales, se mantiene alimentado también gracias al circulo de democratización de la información, con la blogosfera como máximo estandarte.
Además, ya hay compañías que andan lidiando con los problemas, principalmente de índole económica, que todavía están por llegar. Adobe por ejemplo, anda experimentando con la publicidad contextual dentro de sus PDF’s. No sé si será la solución más óptima, pero por lo menos es un comienzo. Lo único que espero es que no caigan en la lacra inútil del DRM.
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Los mp3 no se han popularizado no tanto porque a la gente le encante la música, como por el ritmo de vida que llevamos. Por el verano casi no uso el discman porque no tengo tanto trabajo, pero el resto del año, que me tiro horas en el transporte público con gente que casi nunca conozco pues lo uso mucho. El mp3 es cómodo, te hace compañía y la música "engaña a tu cerebro" cambiando los estados de ánimo, quizá porque interpreta que los mensajes positivos o negativos que transmite el dispositivo con su música te los da la masa que te rodea y te quiere en lugar de un aparato electrónico.
Con el libro no pasa eso, nos pasamos el día leyendo cosas y estamos agobiados, como para encima ponernos a leer una novela aunque sea corta en plan las de Estefanía del oeste, no se es como el mismo tipo de experiencia, una experiencia de decodificación de mensajes visuales. Además el hecho de oir voces humanas es más relajante que escuchar la voz de tu mente que te acompaña en todo lo que haces, continuamente. Por no decir que la música es un entretenimiento más cómodo e inmediato que la lectura, que exige la reconstrucción mental de lo que se está leyendo -si uno quiere enterarse de algo pues enlazar a mitad de una novela es más difícil que hacerlo con una melodía- mientras que uno puede escuchar música u oir música.
Los problemas de los dispositivos de lectura son desde mi punto de vista:
1 – como dices, la pantalla cansa mucho más la vista.
2 – el precio de los dispositivos, aunque se amortiza rápido, es una barrera psicológica.
3 – la falta de apuestas fuertes por parte de grandes compañías que inviertan en publicidad y modelos de distribución de contenidos, lo que genera una incertidumbre en el consumidor que se plantee la idea de adquirir ahora esta clase de aparatos o esperar a ver si alguien mueve ficha.
4 – las interfaces. Pasar página es más fácil y apetecible que usar una cruceta de navegación o un botón, incluso más que una pantalla táctil. La costumbre, los niños del futuro que crezcan con esto en la escuela no tendrán ningún problema de transición.
Se me ha olvidado mencionar, el factor emocional, factor que también tuvo que sufrir la industria de la música al abandonar el vinilo. Me refiero a que muchos lectores prefieren leer un libro en papel, abrazando así un sentimiento más, permíteme la expresión, romántico, casi esotérico al poder tocar un material tangible como es el papel, ese invento que durante siglos ha sido el instrumento de nuestro aprendizaje, el eco de la memoria de toda la civilización.
Exactamente. El papel transmite la idea de perdurabilidad en el tiempo y permite el acceso inmediato sin necesidad de fuentes de energía. Los pdf no estarán con nosotros siempre, pero los libros podrían sobrevivir a nuestra civilización ocultos durante siglos a la espera de que alguien los encuentre. La textura del papel de algún modo estimula más el cerebro que una imagen en una pantalla, aparte del romanticismo, quizá el uso de un sentido adicional nos genere más placer.
Yo de comprar música lo hago en CD. Y no compro vinilos porque el material es más caro y porque el único reproductor "portátil" que he visto tenía unas dimensiones imponentes.
Cuando nada funciona, cuando todo se apague, los libros seguirán ahí.
Oye que, cada vez me gustan más tus artículos y tus comentarios 😀 se nota que te curras cada párrafo. ¿Para cuando una edición de Inkoherence en papel, con una selección de los mejores posts?