En una ciudad rural europea desconocida, únicamente habitado por mujeres, Evelyn (Chiara D’Anna, Berberian Sound Studio) se dispone a ir a limpiar la casa de la femme fatale Cynthia (Sidse Babett Knudsen, conocida por el drama político Borgen).
Se empiezan a desarrollar situaciones que parecen formar parte de un universo onírico y fetichista: Cynthia obliga a Evelyn a limpiar la alfombra de rodillas, después la obliga a darle un masaje de pie. Después la empieza a castigar.
La dinámica erótica que se crea ente ambas científicas, especialistas en mariposas, denota niveles complejísimos que el espectador entenderá rápidamente: lo que pareciera ser una escena sacada de una fantasía de dominación perfectamente estructurada, efectivamente lo es. Empezamos a ver pequeños guiones indicativos que Evelyn ha dejado para que Cynthia cumpla sus instrucciones al pie de la letra. Cynthia es la dominante, solo porque Evelyn la incita –hasta obliga-a serlo.
La escenas eróticas oscilan entre las perfectamente coreografiadas sesiones de sumisión, y los enternecedores y amorosos encuentros románticos llenos de devoción de parte de ambos personajes. Mientras algunos consideran que la película está hecha a partir de la ingenuidad, debido a la falta de desnudez -suplantada por los cuerpos cubiertos en delicado encaje y seda-; creo que el filme busca representar quizás la fantasía dentro de una fantasía: se emula la perfecta fantasía masculina que invade la misteriosa privacidad de dos mujeres, donde nadie ha invitado a ningún hombre. Es quizás por esto que la única presencia masculina del filme lo vemos en el título: El duque de Burgandía.
Si pudiéramos hablar de una identidad nacional dentro del cine, el “cine inglés” en este caso, no podríamos afirmar que el cuerpo filmográfico del director británico responde a este “tipo” de cine. Su forma de experimentar con la narrativa, la estética, la música y hasta con la introducción de (extrañas) referencias cinematográficas, posicionan a este realizador por encima de sus colegas ingleses.
La música realizada por Cat’s Eyes, usualmente una banda de rock suave y vintage, es melancólica y armoniosa, quizás hasta un poco extraña dentro de su rebeldía experimental y su ingenuidad. Si nos viéramos obligados a traducir el OST de esta película a una imagen, esta sería la del encaje pálido que cubre delicada y elegantemente la piel de las protagonistas. O quizás el aterciopelado de las alas de las mariposas, que son retratadas muy cuidadosamente a lo largo de la película. La música, cuidadosamente escogida, es lo que termina que convertir The Duke of Burgundy es una experiencia que trasciende el simple disfrute cinematográfico como entretenimiento.
El crítico cinematográfico del periódico The Guardian define a esta película como “la madre de todas las mariposas”. Es una película sensual, intensa, confusa y dolorosa. Igual al amor, que puede fácilmente abarcar todos estos adjetivos. Strickland esboza un universo erótico complejo y humano, el perfecto y maravilloso ejemplo de lo que EL James jamás hubiese podido representar. The Duke of Burgundy es una preciosa obra de arte.
Excelente.
[amazon box=”B01M7R1VMS”]