Ariadna era la psicóloga a la que acudían los suicidas, pues ejercía también de alcahueta de la muerte. Sus pacientes sabían que gracias a ella, incluso perdidos en su oscuro laberinto, hallarían un último beso, el más frío. Sin embargo, hubo un engreído muchacho que antes de adentrarse en sus tinieblas, le robó el corazón para iluminar sus pasos. Desde entonces, su cuerpo frío y hueco, todavía espera el regreso de Teseo.