Para muchos el miedo, el miedo a lo que puede venir, a lo que puede pasar, a las consecuencias de nuestras decisiones o a las decisiones de los demás, es el peor de los enemigos. Un ente invisible que conocemos desde nuestra niñez y se convierte en un compañero inseparable contra el que debemos batallar hasta nuestra derrota anunciada; el fin de nuestros días. Sin embargo, hay quien aprende a convivir con él en una especie de tregua permanente, algunos incluso olvidan la lucha cotidiana que sucede a diario. Pero incluso así, poco a poco, esta guerra va haciendo mella en muchos de nosotros. Hasta que un día, una de sus muchas promesas, para muchos el golpe de gracia definitivo, se cumple. Este golpe puede tomar muchas formas, como la de un accidente fortuito o la de una enfermedad terminal, pero sea como sea y aunque ya ha condicionado nuestra vida mucho antes incluso de que fuera real, se presenta de un modo inesperado, golpeando nuestra conciencia con un mazazo de realidad que cambia el modo en que vemos el mundo. Hay quienes se sienten superados y se rinden a este último golpe. Pero curiosamente, para otros, supone un alivio, una liberación el saber que, suceda lo que suceda, desde aquel momento, solo ellos serán dueños de sus actos, invulnerables ya, a la espada de Damócles que es el futuro. Y es que ya se sabe, dicen que las adversidades y las agallas con las que respondemos a ellas, son lo que acaba forjando nuestro carácter, lo que define, en última instancia, nuestra personalidad.
Eso es precisamente lo que le ocurre a Walter White, un profesor de química de mediana edad, marido de una mujer embarazada y padre de un adolescente con parálisis cerebral, cuya vida transcurre anodina y gris, hasta que les es diagnosticado un cáncer terminal. El bueno de Walt, es un químico brillante, pero siempre ha sido un conformista, un buen tipo esclavo de los actos que los demás esperan de él, demasiado pusilánime para perseguir sus sueños y ahora, ante la fatídica notícia, se da cuenta de que ya es demasiado tarde. En un primer momento, el descubrir su pronta fecha de caducidad, se ve abrumado por una nueva presión, pues sabe que dispone de poco tiempo para idear un plan que permita dejar solucionado el apretado futuro económico de su familia. No se le ocurre nada mejor que utilizar su talento con la química, para fabricar drogas; concretamente meta-anfetamina cristalizada, y convertirse así en una suerte de proveedor para los más diversos narcotraficantes. En el transcurso de este camino, mientras empieza a tratar con los bajos fondos y empieza a verse envuelto en situaciones que ponen en peligro su vida, se da cuenta de que su nueva actitud frente la vida (o lo que le queda de ella), es toda una liberación. No tarda en aprender que el miedo, la amenaza de un peligro, es peor que el propio peligro en sí.
Resumiendo, una serie absolutamente recomendable. A destacar el papel del protagonista, interpretado por Bryan Cranston, cuya evolución y dicotomía entre un padre de familia calzonazos a un incipiente narco, duro y sin escrúpulos, no puede sino calificarse de magistral. Por último, mencionar también el sentido del humor que, de manera muy puntual y sutil, tiñe ciertas escenas. No es sino otra forma de recordar al espectador, que el sentido del humor, es el más útil para afrontar los achaques del destino.
[amazon box=”B00GX814OO”]