Silencio llegó como un huésped inoportuno, conquistando cada rincón del hogar que su esclavizado anfitrión había levantado solo para ella. Y no contento con eso, hizo estallar su atronadora cháchara hasta poseer también sus oídos. Sin embargo, algunas tardes de invierno, él todavía puede oír el eco de su risa escondida en algún lugar del jardín. La persigue hasta entrada la noche, hasta que el último atisbo de tarde apaga su esperanza.