Música había sido enjaulado hace ya bastantes años. Sus captores lo exhibían una y otra vez en la arena del circo más grande del mundo. Y mientras hacían fortuna a su costa, la pobre bestia iba perdiendo lenta pero inexorablemente toda la fuerza que antaño lo había consagrado como leyenda. Aquella noche sin embargo, sucedió algo distinto. Nadie supo decir con certeza qué despertó de nuevo el brillo en sus ojos. Algunos opinan que fue el latido sincronizado del público cuando el bombo de batería empezó a sonar. Sea como fuere, la bestia supo al fin, que había llegado su momento. Un riff de guitarra hizo temblar las cuerdas que formaban los barrotes su jaula y ésta se hizo añicos… Nadie escapó de la orgía salvaje que conquistó la sala.