¿De veras puedes ser tan cruel? ¿Cómo osas pedirme que la abandone? ¿Quién me ha velado sinó en mis noches más febriles? ¿Quién me aguardaba en aquel banco, cuando el sol moría y ya no quedaba nada que aguardar? Mentiría si dijera que al principio su compañía no me repugnaba, pero a fuerza de costumbre, no solo he aprendido a admirar su serena belleza sino incluso a anhelar con incontenible fervor sus gélidos abrazos. ¿Cómo te atreves entonces, tan sólo por haberme robado un par de suspiros, a pedirme que la abandone? Soledad siempre será mia… Y yo siempre seré suyo.