Envuelto por la guerra, estudiando la geometría del entorno, la oculta simetria creada por el caos de la destrucción, buscando esa perspectiva que le permita, agazapado entre escombros y manteniendo el dificil equilibrio entre tensión y relajación, disparar en un único y fugaz momento idóneo. No se trata de un francotirador, es otro tipo de cazador; es un reportero de guerra.
La obra de Arturo Pérez Reverte narra la fría venganza de un veterano soldado croata contra un reportero de guerra que pasa sus días en un pequeño y plácido pueblo costero, acercándose al ocaso de su vida sin prisas, mientras pinta un mural en el interior de un viejo faro. Un mural que aspira a ser algo así como una representación artística de todas las batallas que el personaje ha visto, tanto en la realidad como en el arte.
El libro es una crítica radical e implacable contra el primer mundo y su contacto artificial con los conflictos bélicos que arrasan otros países. La idea es que la sociedad occidental, la sociedad del bienestar personificada en el protagonista, es, en general, culpable, o por lo menos cómplice, de los conflictos bélicos que asolan al resto de regiones.
Resulta curioso como el autor desenmascara la falacia bajo la que se escudan mucha prensa bélica (empezando por el “Bang-Bang Club), creyendo ingenuamente (o no) que su presencia como meros espectadores, no tiene ninguna relevancia en el desarrollo del conflicto. Curioso sobretodo porque el propio Arturo Pérez-Reverte fue reportero de guerra y seguramente vivió en sus propias carnes los conflictos que menciona.
Finalmente, y a modo de opinión personal, encontré un tanto insulso el final (tranquilos, no lo desvelaré), así como los personajes; demasiado fríos, con un carácter demasiado “estático” y una falta de apego por la vida que, pese a sus desgracias bélicas, me resulto inverosímil. Al margen de esto, es un libro bastante recomendable.
Por cierto, si os lo habéis leído o lo estáis leyendo, a buen seguro os resultará interesante esta página donde tenéis una recopilación de todas las fotografías y cuadros que menciona el autor a lo largo del libro. Cuadros que sirven de inspiración para aquel que pinta el protagonista. Magna obra que a su vez marca el hilo vital del protagonista y que, aunque no lo vemos, gracias a la minuciosa descripción a lo largo de toda la historia, podemos imaginar con bastante precisión. A modo de ejemplo, aquí os dejo el cuadro de Bruegel titulado “La loca Meg” (Mad Meg):
Gracias a Sergi por prestarme el libro. Hace demasiado tiempo que tenía pendiente esta reseña, más incluso que el tiempo que hace que no actualizo 😉
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De nada hombre ;-), la verdad es que, como siempre, Arturo Pérez-Reverte nunca deja indiferente al lector y siempre mete el dedo en la llaga en sus libros. Es para mí el mejor escritor español de la literatura actual.
Y probablemente sea así 🙂