Lo que debería haber sido otra velada como niñera, se convierte para Chris (Elisabeth Shue) en un delirante viaje por la gran ciudad junto a los niños a quienes debía cuidar (dos adolescentes y una niña de algo más de 10 años). Un cúmulo de circunstancias provocan que, algo a priori sencillo, se convierta en una aventura para los protagonistas, obligados a enfrentarse a situaciones imposibles, como el deslizarse por el exterior de un rascacielos o escapar de la mafia.
El viaje supone una especie de catarsis. Era algo habitual en aquella época; los protagonistas descubre algún tipo de verdad que sirve, además, de tópica moralina. Sin embargo, todavía hoy suelen emanar las películas de los 80 una inocencia y una frescura que las hacen dignas de visionar tres décadas más tarde. Poco importa que sean títulos de acción o, como en este caso, una comedia juvenil. Sí, hay cosas que se hacen extrañas hoy en día, y puede que incluso resulten incomprensibles para aquellos nacidos a finales de los 90 o principios de los 2000 (los denominados “millenials”), como por ejemplo lo rápido que se solucionarían actualmente las penurias de los protagonistas con un simple teléfono móvil pero aún así, quiero creer que los motivos de esta atemporalidad transcienden al mero sentimiento de nostalgia.
Hay un aspecto de la película que, no obstante, se mantiene intemporal: la banda sonora.
Mención especial para una Elisabeth Shue de 24 añitos interpretando a una chica de 17. La que sería la prostituta que acompañaría (en el sentido más romántico del término) al irremediable alcohólico de Leaving Las Vegas, muestra aquí una inocencia que contrata sobremanera con su posterior y aclamado papel de meretriz.
Por cierto, parece ser que el Disney Channel está preparando un remake en forma de serie.
¿Recomendada? Siempre que os gusten las comedias de los años 80. Por otra parte, y aunque no puedo más que suponerlo, pues imagino que hoy en día los niños son muy diferentes al que yo fui una vez, creo que ellos son quienes más la disfrutarán.