Cuentan algunos, los que ya no están, que solo cuando tu corazón exhale su último latido, la caprichosa Fortuna te enviará el suyo en la misiva que esperas. Mas no confíes en ella, pues es la mayor de las putas, la que vende caras sus manos vacías de caricias… Él, sin embargo, pudo escoger entre apostar la razón o el corazón. Y ahora yace en el suelo, con el pecho hueco. Ha caído desde una escalera rota y servirá de festín a sus propios pensamientos, amontonados a su alrededor para devorar su cadáver.