Llegó moribundo hasta las tierras donde habitaban los hijos del olvido. Con su último aliento, imploró su ayuda. Gritó hasta desgarrarse la garganta, mas allí no quedaba nadie que respondiera a su lamento… Salvo un juguete abandonado; un gigantesco títere de acero cuyos hilos se perdían en el horizonte de su memoria.